Wednesday, November 12, 2008

¿Hablando se entiende la gente?


Entre las lengua romances, la lengua española es quizá la más rica en expresión y la más profunda en concepciones y matices. Mi padre decía que en lo que toca a idiomas hay que tener en cuenta que el Todopoderoso sabía muy bien lo que hacía cuando instaló lenguas, idiomas y dialectos en el pastel que acababa de crear. Mi padre no se limitó a repetir la leyenda de Babel, donde la furia de un Dios neurasténico hizo que los hombres no se entendieran entre sí, así creando las lenguas del mundo y la imposibilidad de poder llegar al cielo. Todo lo contrario. El Todopoderoso pensó, correctamente, que al instalar seres humanos en diversas latitudes del planeta, éstos se adaptarían rápidamente a su entorno y crearían comunidades y pueblos. Sin embargo, se dió cuenta de que los seres que había creado, tenían unas cuerdas vocales excelentes, pero que no las sabían usar. Rectificó dándoles a sus creaciones la abilidad de articular sonidos que, oportunamente se convertirían en palabras y expresiones.

El entorno fué la gran influencia en el desarrollo de las lenguas. Todo empezó con imitaciones de los sonidos de la naturaleza. Los ríos, la lluvia, el trueno, inclusive el silencio. Luego los sonidos que hacían los animales, el trinar de los pájaros, el rugido de las fieras y finalmente las cadencias de comunicación personal que persisten hasta ahora y que son la base de las lenguas modernas. Así nacieron infinidad de lenguas, dialectos e idiomas.

El idioma Inglés el Todopoderoso lo reservó para dedicarlo a los negocios; es una lengua clara y sin embargo rica que permite evitar rodeos y extraer los conceptos sin grandes complicaciones.

El Alemán lo consideró como el idioma perfecto para menesteres militares o aquellos que requieren comandos enérgicos y disciplinados: es sonoro, áspero y no puede utilizarse para susurrar o decir tiernas palabras al recluta, soldado o subordinado que espera instrucciones ansiosamente. Incluso en las situaciones más tiernas, el idioma Alemán peca de cierta rudeza. Una canción de cuna en Alemán tiende a sublevar al recién nacido o a hacerlo adoptar actitudes indiferentes.

No dudó al hacer al Francés el idoma del amor y de la diplomacia. Tanto el amor con la infinita variedad de sus expresiones, inuendos, sugerencias y susurros y la diplomacia con sus requiebros, ambigüedades y falsedades sirven los mismos propósitos: decir mucho y bien, dar lo menos posible y obtener las mayores concesiones. La suavidad y belleza de los vocablos del idioma Francés inspiran o ternura o provocan los preámbulos de la pasión. Su sintaxis y sutileza de expresión permiten su uso en las más complicadas situaciones románticas o en los litigos más enredados. Aparte de sus cadencias nasales y sus melifluos tonos, tiene una espina dorsal de pocos decibeles incapaces de transmitir sentimientos belicosos. Nos es algo difícil imaginar a Napoleón Bonaparte, exortando a sus oficiales y a las tropas en Francés. Quizá por ello terminó donde terminó.

Las lenguas orientales las limitó a remotos grupos étnicos donde la palabras sirven para cubrir las superficies de las cosas, dando a entender que detrás existe un misterio que requiere más del silencio que del sonido. No hay más que ver que las lenguas orientales son parábolas de sí mismas y permiten ver el mundo desde una paradoja transcendental.

A las lenguas africanas, aborígenes e indígenas, el Todopoderoso le dió la gracia de comunicar con la naturaleza. Siendo basicamente lenguas con cadencias tonales, viven del ritmo que transcurre entre las diferentes estaciones de la tierra, las melodías del medio ambiente y los vientos que susurran de los cuatros rincones del mundo.

Para el arte y la poesía, el Todopoderoso apostó por el Italiano. Está claro que hablar de arte en Italiano permite a uno no sólo hablar sino también sentir a través de la expresión, la belleza de una escultura, el efecto de tonos en un cuadro o el misterio de un atardecer en Lago Maggiore, Vernazza, la isola de Capri o las montañas de Cedegolo. Quizá por ello, Benito Mussolini, Il Duce, al hacer sus pobres imitaciones de Hitler en Italiano, convocando a miles de ciudadanos, no pudo nunca inspirar arranques de belicismo o militarismo de su pueblo. Y le pasó lo que le pasó: Colgado con Claretta en un poste de Piazzale Loreto en Milan.

¿ Y el Español?

Se le iluminaba la cara a mi padre cuando se llegaba al Español.

-Déjame que te cuente -me decía-. Cuando yo le preguntaba al Todopoderoso porque creó el Español, El me susurraba, muy a su estilo, mientras ojeaba las ilustraciones de Doré en la version del Quijote que le habían regalado para Navidad:

"El Español, hijo mío, es para hablar conmigo!"

(© M. Miranda 2008. All Rights Reserved.)

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