Wednesday, November 12, 2008

Las mentiras de mis mentiras son mis verdades

Yo soy un mentiroso. Soy el más mentiroso de todos los mentirosos, el mentiroso por excelencia, el super mentiroso. Sí, soy mentiroso porque siempre digo la verdad. Y cuando digo una mentira, me aseguro de que sea verdad. ¿Será verdad lo que digo o será mentira? Si es usted un mentiroso sabrá que lo que digo es verdad, pero si es usted una persona que por ley se inclina por decir la verdad, lo mío, para usted, será siempre una mentira. Pero no mienta, diga la verdad, no sea usted un mentiroso. Ya sé, ya sé, todos somos unos mentirosos. No sabemos lo qué es mentira, y lo que es verdad.

Cuando era pequeño y todavía no podía distinguir entre la mentira y la verdad, las personas mayores se adjudicaban el derecho de decidir por mí. Me advertían que cualquier extravío de la norma era contra natura y que incluso podría ser sancionado con un castigo ejemplar. De este modo sus verdades llegaron a ser mis verdades, y sus mentiras no llegaron a ser nada para mí porque supuestamente ellos nunca decían mentiras. Yo, por el contrario, sí las decía y era castigado ejemplarmente en repetidas ocasiones. Hasta que me di cuenta que había dos maneras de evitar ser castigado: uno, era decir la verdad -y hubo muchas veces que la verdad también acarreaba dolorosas consecuencias-; y la otra, era decir una mentira que los mayores no podían descubrir o que era parte de aquella enciclopedia de mentiras impuesta por la sociedad. ¡Ay de mí! si lo descubrían.

Con el pasar de los años, aprendí a no mentir y a percibir el mundo a través de lo que siempre he considerado una objetividad subjetiva. Claro, ésto lo he hecho aceptando que cualquier visión refleja preferencias personales sujetas invariablemente a las normas de la cultura que me circunda. Pero dentro de todo, no había mentiras, y, si las había, yo las llamaba -eufemísticamente- pequeños ejercicios de inventiva, fabricaciones mentales, fantasías neuronales o modestas reformas de la realidad. Y nunca con la intención de ofender, perjudicar o herir. Eran, en mi criterio, pequeños deslices de la imaginación.

Sin embargo, donde sí he encontrado la mentira es en el mundo exterior. Es como un sutil velo que cubre tantas cosas y que no deja vislumbrar la verdad que se esconde detrás. No sé si la culpa es mía. ¿Tengo yo, acaso, una percepción desacertada? ¿O tengo algo de razón? ¿O es mi razón, "la razón de la sinrazón?"

Sea cual fuera el caso, no cabe duda de que el mundo está lleno de mentiras. Es más, admitir lo contrario sería una mentira. No hay más que ver los embustes, los artificios, las patrañas, las falsedades, las supercherías, las triquiñuelas, las tropelías que existen por doquier: empezando por la historia y pasando por la política, la religión, las noticias, los periódicos, la cultura, el deporte, el cine, la televisión e incluso los dibujos animados.

Mentiras por toda partes, como una plaga. Muchas de ellas institucionalizadas, beatificadas, legalizadas. Para contrarrestar esta plaga, urge tener un amplio conocimiento de la cultura y de cómo funciona la sociedad. Es lamentable el hecho de que tenemos que vivir en un mundo de mentiras, teniendo a nuestro alcance un universo de verdad. Pero, ¿seríamos capaces de vivir en un mundo de verdad? ¿Nos beneficiaría la verdad o nos destrozaría?

Estas son preguntas que un mentiroso como yo no puede responder. Lo que sí les puedo contar es una anécdota:

Sentado al lado de un camino estaba Lao Tse cuando pasó por ahí Confucio.

-¿Dónde vas? -le preguntó Lao Tse.

-Voy en busca de la verdad -respondió el sabio chino.

-Sabes muy bien que la verdad no se encuentra buscándola, porque no está escondida, sino alrededor nuestro, en todas las cosas. No hace falta buscar la verdad. Lo único que hace falta es creer en ella, creer que es verdad todo lo que existe.

-Pero los hombres mienten.

-Y las mentiras de los hombres son sus verdades, como la verdad del cielo es el azul y la verdad del viento es el ruido que hace entre las hojas.

Confucio, después de aquella conversación con el filósofo chino, se sentó al lado del camino y pasó mucho tiempo meditando. ¿Había descubierto por fin la verdad?

Yo, como buen mentiroso, sé dónde descubrir la verdad. Está detrás de cada mentira, escondida en apartados rincones de la conciencia humana donde el silencio coexiste con el vacío. Como me dijo mi abuelo, que fue un gran mentiroso: "La verdad, querido nieto, es una luciérnaga que brilla en la noche. A veces está aquí, a veces está al otro lado, a veces está cerca, a veces está lejos y muchas veces no sabes donde está porque no brilla. Pero sabes que está, sin lugar a dudas, sabes que está, sabes que brillará..." (© M. Miranda 2008. All Rights Reserved.)

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